lunes, 7 de diciembre de 2015

LEGALIDAD Y LEGITIMIDAD

Después de una larga espera, finalmente el libro ha aparecido.



La creencia en la legalidad se traduce, en su forma más corriente, en la docilidad a aceptar como legítimo todo precepto jurídico “formalmente correcto”, establecido “según la forma procedimental ordinaria” (Kelsen); tal temperamento es teoréticamente falso y además comporta en sí mismo una involuntaria constatación de la degeneración de la conciencia jurídica. 
Con el principio de división de poderes, polémicamente esgrimido contra el absolutismo monárquico, se creyó poder asegurar la legitimidad a través de la legalidad, en la medida en que los representantes del pueblo establecerían la ley que debería ser observada por los demás órganos del poder. Ahora bien, ese principio de organización no basta para garantizar la juridicidad sino en la medida en que se suponga, fundando los actor del órgano democrático legislativo, la acción de una razón práctica que  determina para sí misma su propia rectitud. Pero la realidad es que la división en órganos no es sino un mero principio de organización del poder, que nada dice acerca de la justicia del Derecho positivo, si no es merced a una predestinación metafísica que lleve a ello –y en la que nadie cree–.
(cfr. Hermann Heller, Staatslehre, pp. 250-251). 

"La antítesis de legalidad y legitimidad [es] la forma de aparición actual del problema de la obediencia y de la resistencia bajo el punto de vista del concepto de Derecho".
(Carl Schmitt, Glossarium, 26/11/47, pp. 52-53).





2 comentarios:

Unknown dijo...

Legalidad y legitimidad no sólo hacen referencia a obediencia y resistencia, en un sentido más profundo el planteo debería ser la justicia dentro del orden normativo, es decir legalidad y justicia.
Lic. Carlos Fretin.

SERGIO RAÚL CASTAÑO dijo...

Muchas gracias por su comentario.
Efectivamente, es en la justicia objetiva donde se dirime este problema. Con todo, la observación de Schmitt es valiosa y pertinente, por cuanto señala una consecuencia de la identificación de la legitimidad con la legalidad, es decir, con la voluntad legalmente expresada del poder. Porque bajo semejante presupuesto queda descalificada e impugnada a priori toda posible resistencia a la voluntad del poder vigente. Y en tiempos como los que vivimos, de tiranías y de actos tiránicos nefandos, vincular estas ideas resulta muy oportuno.