En la Segunda
Carta a los
Tesalonicenses, II, 6-7, San Pablo, anunciando la futura irrupción del Anticristo en
la Historia ,
agrega: “Y ahora ya sabéis qué es lo que (le)
detiene para que su manifestación sea a su debido tiempo. El misterio de la
iniquidad ya está obrando ciertamente, sólo (hay) el que ahora detiene, [hasta que sea quitado de] en medio. Y
entonces se hará manifiesto el inicuo [...]” (versión de Straubinger, II, 290, con la
variante de su nota; subrayado nuestro). Con esta afirmación legó el Apóstol a
la posteridad un problema histórico-escatológico crucial: ¿qué es “el
obstáculo” y “el obstaculizante”, “lo que ataja” y “el Atajador” (Leonardo
Castellani, Apocalipsis de S. Juan,
184-185), aquello que detiene, contiene, retrasa el reinado del Anticristo?
La interpretación de los Padres de la Iglesia , en general, se
inclinó por identificar el Katéjon
con el Imperio Romano mismo (cfr. John H. Newman, Cuatro sermones sobre el
Anticristo, I; y prólogo de Carlos A. Baliña), como también lo hicieron los
teólogos medievales (cfr. Josef Pieper, El
fin del tiempo, 135). Ésta última fue, precisamente, la posibilidad
exegética que Sto. Tomás consideró en primer término (cfr. Super II Epistolam Sancti Pauli ad Thess., II, II). En la época
contemporánea, uno de los más agudos y sugerentes teóricos del Estado del s.
XX, Carl Schmitt, extendió sus preocupaciones políticas hasta esta
ardua cuestión teológica, y la abordó con manifiesto interés en algunas de sus
obras (cfr. Felix Grossheutschi, Carl
Schmitt und die Lehre vom Katechon,
57-121).
Desde
una perspectiva cristiana la figura del Katéjon
constituye uno de los ejes de la
Teología de la
Historia , así como de una Teología Política rectamente
entendida.
Por otra parte –y en idéntica
perspectiva-, en tal tópico escatológico radica una de las claves del tiempo
que nos toca vivir. El sentido de esta última afirmación surge con patencia por
poco que se repare en que el orden político cristiano, concretado
providencialmente en el Imperio Romano que confiesa a Cristo, como paradigma y núcleo político-institucional de la Cristiandad, ya no existe. En
efecto, los herederos y representantes del Sacro Imperio Romano desaparecieron
como consecuencia de los brutales hechos provocados en la segunda década del s.
XX, que terminaron con los tronos de ambos Césares
cristianos, el de Occidente y el Oriente, el Kaiser de Viena y el Czar
de San Petersburgo. Luego, si la doctrina común a los Padres y a Sto. Tomás es
correcta, y siendo un hecho que el Imperio Romano Cristiano ha sido destruido,
entonces ya no existiría el obstáculo
que impidiese la irrupción anunciada por el Apóstol.
Nos excusamos por no desarrollar más
ampliamente este tema apasionante y crucial. Sólo hemos querido recordarlo….
8 comentarios:
Querido Sergio:
Un tema muy interesante y oportuno. Para meditar. En nuestro Occidente, los escasos vestigios de un orden político cristiano fueron barridos tras el Concilio Vaticano II. El régimen de Franco (un Estado oficialmente católico más allá de sus aciertos y desaciertos) fue desmantelado por Paulo VI. Idéntica suerte corrió el Portugal de Salazar. Después del CVII se impuso en la Iglesia una mentalidad radicalmente opuesta a la noción misma de una política cristiana. De hecho, los errores del llamado "catolicismo liberal" se oficiallizaron. La situación es ahora grave pues ya no quedan estados cristianos en Occidente.
Un abrazo
Mario Caponnetto
Querido Mario:
Te agradezco tu intervención, ante todo.
Respecto de tus juicios y diagnóstico, estimo que no se puede sino coincidir.
Un abrazo
Sergio
Querido Sergio:
Muchas gracias por su aporte para la reflexión, tanto en el ámbito de la filosofía (en este caso, estimo que sobre todo la política) como en el de la teología de la historia.
A propósito de la no existencia del obstáculo que impidiera la irrupción anunciada por el Apóstol, ¿cómo se entendería el factum reciente de la Constitución de Hungría (2012), en la cual se menciona expresamente la raíz católica de esta Patria y el régimen de Cristiandad?
Un abrazo grande,
Germán Masserdotti
Querido Germán:
Muchas gracias por su comentario, y por lo atinado de su observación, en un tema por cierto no cerrado.
Estimo que todo orden político-jurídico cristiano puede ser considerado como un "obstáculo" en perspectiva escatológica. En tal sentido, los Estados cristianos que subsistían todavía en los años '60, como lo dice nuestro ilustre amigo el Prof. Caponnetto, tenían en tanto tales atributos de Katéjon.
Ahora bien, estimo también que el Katéjon por antonomasia lo fue el Imperio Romano (cristiano); y, a partir de la translatio Imperii de los griegos a los alemanes, el Sacro Imperio Romano de Occidente, refundado por Carlomagno y extinguido con el Beato Carlos. No sólo lo identifico con el Imperio porque así lo creyeron grandes Padres y Doctores, sino porque de hecho, históricamente, el Sacro Imperio constituyó el eje de la Cristiandad, y su soberano fue el reconocido primus inter pares entre los príncipes cristianos. El Imperio, por otro lado, simbolizó la continuidad política milenaria del orden romano, civilizador de Europa -un orden cuya existencia providencial para el cristianismo es un tópico de la teología-. Piénsese además en el papel que tuvo el Emperador en los grandes Concilios, cuando se definió el dogma católico. Y todavía en el s. XX era el Emperador -como cabeza de un Estado que se sabe servidor de Cristo y defensor de la Iglesia, y encarnando la más alta expresión política de confesión de la Fe- quien poseía facultad de veto en la elección papal. Todos signos contundentes de la efectiva participación del laicado en la vida cristiana; de un laicado que hoy sólo puede ser espectador pasivo de cismas, herejías y apostasías dentro de la Iglesia jerárquica.
Luego, tal vez se podría hablar análogamente de las varias realizaciones históricas del "obstáculo" que, poniendo la fuerza al servicio de la Verdad y custodiando a la propia Iglesia, impide la consolidación del mal en el mundo, institucionalizado en grupos, leyes, gobiernos, Estados de signo anticristiano -y, en algún momento, corporizado en el Anticristo-. Análogamente, porque desde la Edad Media habría habido un primer analogado del Katéjon: el Sacro Imperio -y, en menor medida, la Rusia imperial, heredera de Bizancio-; y multiplicidad de Estados católicos, cual una variedad de analogados secundarios que, sin la significación histórica, política y eclesial del Imperio, con todo han luchado (¡y luchan hoy!) para instaurare omnia in Christo.
"Permiso voy a dentrar/aunque no soy convidao", como decía por ahí Atahualpa Yupanqui. Me lo permito en nombre de la común amistad. La asimilación del obstáculo y del obstaculizante, del katéjon en neutro y en masculino, al orden romano, tiene que ver con la idea -propiamente romana- de auctoritas. El derrumbamiento actual de la auctoritas, con la consiguiente desnaturalización de la potestas, que se convierte en pura potentia -la sustitución del poder por la violencia es la definición misma de la tiranía- es uno de los rasgos salientes de la crisis política planetaria actual. Dudo, francamente, que la noción de la auctoritas de fuente romana pueda ser restaurada, aunque aquí y allí alcancen a aparecer algunas reacciones "katejónticas". El concepto de la autoridad romana fue recogido por la Iglesia y de algún modo el Estado moderno, simia Ecclesiae en ese sentido, trató de copiarlo circunscribiéndolo en un territorio y sobre una población determinada. Ahora bien, el propio Agustín señala que el katéjon, según otros, podría ser la propia Iglesia. Al respecto, una reflexión actual en Giorgio Agambeni, "El Misterio del Mal", que recomiendo. El Ánomos, el misterio de la iniquidad y el hombre de la iniquidad, tiene hoy un campo de actuación en eso que Del Noce vio con claridad, el capitalismo ulterior al comunismo, el capitalismo que consumido al comunismo y propone un nuevo orden mundial -pasar del pluriverso político al uni-verso, dominación con negación de lo político, como vio Schmitt- y un esjaton inmanentizado, donde en un futuro próximo se nos promete una solución temporal y concreta al problema del Mal.
De ninguna manera un amigo, e interesado en este tema arduo, álgido y umbroso, es alguien no convidado. Y maxime si hará una aportación tan rica y sugerente.
Estoy básicamente de acuerdo con las afirmaciones que anteceden. Por mi parte entonces, sólo algunos comentarios.
Estimo que, por un lado, no puede desconocerse el sentido e incluso la efectividad obstaculizante ("atajante") de que la ley y la potestad de una comunidad política (incluso de una sola) adhieran a la verdad y promuevan el bien, y combatan el mal y el error. La comunidad política, la realización más alta de la práxis humana, puede mucho en orden al bien. De allí el inmenso valor -incluso salvífico para los hombres- de la confesionalidad de la comunidad política (a la que llamo a veces también "Estado"). Con todo, por otro lado, en el actual estado de consunción espiritual de la humanidad (incluyendo los cuadros humanos de la Iglesia), en este nivel del "Kaliyuga"; peius: del "Manvantara" (es una broma ...), una restauración se ve como casi imposible.
Muy sugerente y profunda la interpretación histórico-espiritual de la cuestión; así como valiosa la cita de Agamben.
En un tema tan opinable como éste, disentiría, sí, con la identificación del Katéjon con la Iglesia. Ella puede sufrir toda clase de males, pero es indefectible, en tanto a Ella -y no a los papas- le ha sido dada la promesa: "portae inferii non praevalebunt". Creo que la misma realidad de la historia de la Iglesia da pábulo a la identificación del Katéjon con el Imperio, y explica la posición de algunos Padres: el protagonismo del Emperador en los primeros siglos de vida dogmática e institucional de la Iglesia es realmente impresionante. Estimo también que a veces no calibramos la significación y el alcance de que el poder de este mundo se ponga al servicio de la verdad. En ese sentido, la metáfora (creo que de Salleron) sobre el descabezamiento del laicado en Luis XVI podría llevarse más allá: simboliza la amputación de una de las dos piernas humanas del Cuerpo Místico. Al Sacerdocio, el haberse quedado solo no solamente lo dejó expuesto frente sus enemigos de afuera. Opino que tampoco le hizo bien hacia adentro. Y ambos procesos deletéreos aceleran el reloj ....
Si me disculpan, me permito recomendar las ricas especulaciones que sobre este tema hacía el recordado Francisco Canals Vidal (genialmente compiladas en Mundo histórico y Reino de Dios.
Por un lado, rescata a Cornelius à Lapide (Cornelis Cornelissen van den Steen, ó Cornelio Alápide como lo llama Castellani), quien en debate con los protestantes trae a colación este tema. Decía el jesuita flamenco que dado que el obstáculo es el Imperio Romano y que (entonces) éste estaba vivo en la persona del emperador Rodolfo, no podía ser Roma la sede del Anticristo como decían aquéllos. Y el argumento también lo desarrolla Belarmino. De esto concluye Canals que la "tesis" del obstáculo como el Imperio era entonces (s. XVII) tenida como verdad de fe indiscutible en cuanto doctrina unánime de los Padres, aceptada tanto por protestantes como por católicos.
Pero, además, se plantea ¿qué pasa ahora que ya no existe el Sacro Imperio, sea que tomemos como fecha de defunción 1806 ó 1918? Dice que el Imperio subsiste en el Principio de Autoridad. El cual, al verse cuestionado en nuestra época (Canals escribe en los '80 y '90), está siendo removido.
En fin, son varios capítulos que dedica al tema, entrelazando con otros temas (la identificación de Roma con Babilonia y la profecía de su destrucción en la consumación del tiempo). Disculpen lo malo de mi síntesis, hay que ir al libro.
También es interesante ver lo que sobre el tema dice un antropólogo como Girard, por ejemplo en Veo a Satán caer como el relámpago. Para Girard, el katechón es la Justicia que, tras la introducción de las verdades del Evangelio, protege a la víctima inocente de la violencia colectiva (dicho de forma muy burda si me perdonan). La sociedad actual, dice Girard, está cambiando la noción de Derecho para volver a racionalizar los mecanismo de violencia mimética colectiva. Es decir, volver a sacrificar chivos expiatorios (que, según Girard, serán los cristianos) para alcanzar un pretendido equilibrio social.
Creo que podemos enlazar ambos temas si consideramos que el Derecho/Justicia cristiana de que habla Girard *es* el Imperio Romano cristiano fundado por Justiniano con su Código, base del Derecho occidental... hasta ayer nomás.
Excelente comentario, muchas gracias. Muy pertinentes los datos que avalan la identificación del Katéjon con el Imperio Romano. Así como la información de esa obra que aborda la cuestión desde otra disciplina. No la conocía.
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