Después de una larga espera, finalmente el libro ha aparecido.
La creencia en la legalidad se traduce, en su forma más
corriente, en la docilidad a aceptar como legítimo todo precepto jurídico
“formalmente correcto”, establecido “según la forma procedimental ordinaria”
(Kelsen); tal temperamento es teoréticamente falso y además comporta en sí
mismo una involuntaria constatación de la degeneración de la conciencia
jurídica.
Con el principio de división de poderes, polémicamente
esgrimido contra el absolutismo monárquico, se creyó poder asegurar la
legitimidad a través de la legalidad, en la medida en que los representantes
del pueblo establecerían la ley que debería ser observada por los demás órganos
del poder. Ahora bien, ese principio de organización no basta para garantizar
la juridicidad sino en la medida en que se suponga, fundando los actor del
órgano democrático legislativo, la acción de una razón práctica que determina para sí misma su propia
rectitud. Pero la realidad es que la división en órganos no es sino
un mero principio de organización del poder, que nada dice acerca de la justicia del
Derecho positivo, si no es merced a una predestinación metafísica que lleve a
ello –y en la que nadie cree–.
(cfr. Hermann Heller, Staatslehre, pp.
250-251).
"La antítesis de legalidad y legitimidad [es] la forma
de aparición actual del problema de la obediencia y de la resistencia bajo el
punto de vista del concepto de Derecho".
(Carl Schmitt, Glossarium,
26/11/47, pp. 52-53).
2 comentarios:
Legalidad y legitimidad no sólo hacen referencia a obediencia y resistencia, en un sentido más profundo el planteo debería ser la justicia dentro del orden normativo, es decir legalidad y justicia.
Lic. Carlos Fretin.
Muchas gracias por su comentario.
Efectivamente, es en la justicia objetiva donde se dirime este problema. Con todo, la observación de Schmitt es valiosa y pertinente, por cuanto señala una consecuencia de la identificación de la legitimidad con la legalidad, es decir, con la voluntad legalmente expresada del poder. Porque bajo semejante presupuesto queda descalificada e impugnada a priori toda posible resistencia a la voluntad del poder vigente. Y en tiempos como los que vivimos, de tiranías y de actos tiránicos nefandos, vincular estas ideas resulta muy oportuno.
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