viernes, 21 de enero de 2011

EN TORNO DEL TÉRMINO "ESTADO"

UNA PRECISIÓN EN TORNO DEL SIGNIFICADO DEL TÉRMINO "ESTADO"

En Argentina estamos de vacaciones; y dudamos de poder reponernos del año que se ha ido. Por eso, sólo a vuelapluma, planteo la siguiente observación:
El reconocimiento de las tipicidades de la forma política de la modernidad occidental -muchas de las cuales ameritan ser tachadas de cuestionables desde una inteligencia realista de la realidad política- no puede constituir el fundamento del siguiente razonamiento: en la modernidad ha tenido vigencia el Estado; pero el Estado no es comunidad polìtica, luego, la modernidad ha abolido a la comunidad política. Hay aquí una cuestión básica: la crítica al Estado moderno no debe implicar la asunción -siquiera implícita, o inadvertida- de que en la modernidad no ha pervivido la comunidad política.
En efecto, el hecho de señalar e impugnar un conjunto de rasgos propios de la vida política moderna y de utilizar el nombre de "Estado" para designar el fenómeno político en el que toman cuerpo tales rasgos no autoriza a desconocer que "Estado" (tomando el nombre en su sentido integral) significa un modo histórico de la comunidad política; y ello porque el Estado moderno constituye una concreción contingente de la realidad de la comunidad política. Pues no debe perderse de vista que la comunidad (o sociedad -la distinción cuasi específica entre ambos términos es subsidiaria de presupuestos del liberalismo-) política es una realidad práctica originada en la propiedad -metafísicamente entendida- de la politicidad natural; es decir, se trata de una realidad originada en una inclinación arraigada en la naturaleza misma del hombre.
El tránsito al Estado (moderno) y su instauración no implica una mutación de esencia. Se trata de una forma política afectada por vicios que no pretendemos dejar de reconocer. Pero, sin embargo, es una forma posible de realización de la comunidad política, como lo fueron otras en la antigüedad, o el medioevo, y no sólo en el ámbito occidental. Y, como tal, el Estado (moderno) sigue siendo una sociedad (ontológicamente: un todo práctico de orden, de naturaleza accidental, de la categoría de relación) cuya nota específica es la autarquía.
La filosofía política de la tradición tomista argentina ha tenido claro lo antes dicho; y, no estando influida por la abrupta aparición de posiciones más vinculadas a una agenda política particular -y ajena- que a la investigación teorética de la realidad objetiva, esa tradición (pensamos en Meinvielle, Sampay, Soaje Ramos, José Ma. Medrano, Lamas, Hernández, entre otros) ha llamado "Estado" a la comunidad política. Al hacerlo no ha pretendido identificar la comunidad política ut sic con su realización moderna -que no es sino una forma histórica contingente-, ni menos convalidar los lastres axiológicos que aquejan al Estado moderno qua moderno; sino que ha utilizado el nombre epocalmente más inmediato. Pero en tal denominación se halla presente el reconocimiento de que la concreción socioinstitucional del pondus de la politicidad natural no había quedado tronchada en los últimos cinco siglos. Lo cual, tratándose de un propio de la naturaleza humana, hubiera sido imposible.
Por último, una observación de índole más genérica, aunque pertinente -y que en tiempos de los viejos maestros tomistas argentinos habría sido superfluo mencionar, pero que en éstos de una Argentina que descree de sí misma y de su acervo cultural tal vez no lo sea-. El objeto de la filosofía política no debe quedar monopolizado por la impugnación del Estado moderno y del concepto moderno (en sentido doctrinal) de soberanía.